viernes, 7 de septiembre de 2012

EL PODER DEL PERDÓN


En la vida debemos aprender a perdonar. Cada día nos encontramos con situaciones que pueden resultar difíciles y nos preguntamos qué pasa con nuestra vida, por qué las cosas no salen como deseamos e incluso llegamos a culpar a Dios por nuestras desgracias. Pocas veces pensamos que somos la consecuencia de nuestras propias acciones y que nadie (menos Dios) tiene la culpa de lo que nos sucede.
Dios es puro amor y no tiene por qué cargar con nuestras culpas. A Él es a quien debemos perdonar primero, pues debemos entender que nos ha permitido venir a este mundo precisamente para que nos superemos y seamos cada vez más grandes espiritualmente. No nos creó y nos tiró al mundo a sufrir. No. Él nos dejó ser para que fuéramos felices y sacáramos de cada obstáculo una gran lección que nos permitiera subir un escalón más en la búsqueda de la cima, donde somos esperados con los brazos abiertos por ese gran ser que es sólo amor.
Tambíen debemos perdonar a los demás y esa sí que es una tarea difícil en la que casi todos fallamos porque nos falta algo muy importante llamado AMOR. Nos resulta imposible olvidar una ofensa, una traición y miles de cosas más. Sin embargo, estamos constantemente pidiendo a Dios que perdone nuestras ofensas cuando nosotros no podemos perdonar a nuestro prójimo porque se dice con frecuencia "el único que perdona es Dios". Eso es falso de toda falsedad. Dice la Gran Oración: "... perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden..." Significa esto que el Padre nos da el poder de perdonar y nos negamos a hacerlo porque somos egoistas y no queremos perdonar y contribuir con una mejoría sustancial en nuestra existencia. Pero hay más, también debemos aprender a ofrecer un perdón muy grande... el perdón a nosotros mismos. Sí queridos amigos. Debemos perdonarnos con amor, teniendo en cuenta que como seres que están en búsqueda de la perfección, somos suceptibles de equivocarnos y no podemos pasarnos toda la vida pensando que somos malos porque hemos fallado. Aquí lo importante no es haber cometido errores sino perdonarnos y adquirir el compromiso de mejorar. Aprender de los errores nos permite crecer. No debemos llorar sobre la leche derramada. Hay que comenzar amándonos a nosotros mismos si queremos aprender a amar a los demás y es perdonándonos con amor como lo podemos conseguir.
El resentimiento, odio, rencor o como lo queramos llamar, con nosotros mismos, con nuestro prójimo y/o con Dios sólo causa estancamiento en nuestra vida, enfermedades incurables como el cáncer y muchas cosas más. La cura en la mayoría de nuestros males fisícos, mentales, espirituales y materiales se consigue perdonanado con amor.
Hagamos la prueba.

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